Friday, February 29, 2008

LA NECESIDAD DE COMUNICARNOS: A PROPÓSITO DE INGRID BETANCOURT

Todos los días estamos acostumbrados a mantenernos en contacto con muchas personas y nos comunicamos de manera permanente. Imagínese amigo lector lo que puede significar la ruptura de la vida cotidiana de una persona. Los testimonios de los rehenes del MRTA en la residencia del Embajador japonés en Lima, son ilustrativos de lo que esto implica. Uno de ellos comentaba que tal vez no le tomemos mayor importancia al hecho de tomar un desayuno al lado de la familia, por lo común y corriente de la actividad que se convierte en rutinaria. Pero ¿qué sucede cuando esa rutina se interrumpe abruptamente?

Si ya es de por sí trágica la ruptura de los lazos afectivos con su familia producidos a partir del rapto, en el caso de Ingrid Betancourt hemos podido conocer por propia declaración que se le priva de aquello que implique conocimiento y comunicación. Tal como lo señala en su carta: Ruega que se le proporcione por lo menos un diccionario para enriquecerse espiritualmente, y hasta eso se le niega. Comunicarse representa una necesidad humana que tanto se expresa en el plano interpersonal como en la necesidad de estar informados acerca de la realidad ya sea a través de los medios masivos o a través de los libros, depositarios de la cultura del ser humano.

Ninguna postura ideológica puede sustentarse como razón para un trato inhumano como el que recibe Ingrid. No es una excusa la situación de constante desplazamiento a la que es sometida por sus captores, pues un libro cabe fácilmente en cualquier mochila no representa amenaza alguna para la seguridad.

El aislamiento como forma de tortura ha sido usado innumerables veces a través de la historia. Si deja huellas imborrables en soldados que han sido preparados para la guerra, y para soportar situaciones de extrema tensión como estas, tal vez no podamos imaginarnos la dimensión de su efecto en una persona que como Ingrid tenía una importante participación política en su país y estaba acostumbrada a comunicarse incansablemente durante todo el día. Solamente podemos tener una idea con las imágenes que hemos podido observar de ella a través de la televisión, donde aparece marcadamente envejecida, con un rostro que habla claramente de una situación depresiva y con una mirada que comunica una soledad y un vacío existencial que a muchos curtidos hombres de prensa ha conmovido hasta las lágrimas. Como lo sabe cualquier estudiante de Comunicación o de Psicología, no son necesarias las palabras, pues la postura, la mirada, y la expresión del rostro, como modalidades de comunicación no verbal, “hablan” por la persona que no tiene la posibilidad de comunicarse por las circunstancias y que no puede dejar de comunicar aquello que siente.

Desde luego, el daño inferido no desaparecerá con su liberación, pues será muy difícil reparar las heridas que han dejado el tiempo y la crisis personal por la que ha atravesado la ex candidata a la Presidencia de Colombia en los lazos familiares, y en la propia salud mental de Ingrid. Y no es que nos olvidemos que hay otros miles de rehenes en el mundo, quienes atraviesan iguales o peores situaciones y que viven también un futuro incierto, pero estamos tomando en este caso la situación que atraviesa Ingrid Betancourt como emblemático del sufrimiento que viven todos los rehenes.